
No suelo ver muchas noticias, sobre todo por un tema de salud mental y espiritual; pero es casi imposible no terminar enterándose de algunas cosas y, entre tanto raje que a veces escucho o leo sobre los personajes políticos más conocidos de nuestro país, casi siempre termino pensando en qué tan distintos a ellos somos realmente todos los demás ciudadanos, los que no pertenecemos a ese grupete tan vapuleado por la crítica ciudadana.
Ojo; no quisiera que se malinterprete, por favor… No he venido a defender a ningún conchadesumadre que se aproveche de su cargo político para velar únicamente por sus propios intereses sin importarle un carajo hacer sangrar al resto de nuestro querido Perú. Pero sí he venido a empujar un poquito el asunto hacia el autoanálisis, hacia la propia crítica constructiva acerca de cómo somos todos los demás y a pensar si algunas veces (quizá sin querer) no actuamos tan diferente a como actúan aquellos personajes de los que tanto rajamos.
Con el único propósito de simplificar el asunto, voy a tomar en cuenta tres de las características que considero que más se critican a quienes ocupan cargos en el gobierno de nuestro país: Corrupción, violencia e indiferencia.
Corrupción
Francamente creo que si ahora tuviera carro y me para un tombo por alguna falta o lo que fuera, y tengo la opción de que lleven al depósito mi vehículo o que, como dice la canción, lo “resuelva desde aquí”; debo decirles, amigos míos, que luego de publicar esta nota, fácil dejaría que se lleven mi carro al depósito para no sentirme como un hipócrita hasta las huevas.
Pero con la misma franqueza les cuento que cierta vez, hace ya varios años, cuando sí tenía carro, me paró un policía en una esquina (no recuerdo bien por qué motivo o con qué explicación); y creo que en menos de dos minutos terminé dándole diez lucas para que no me llevara a la comisaría.
Incluso me parece recordar que yo estaba con mi viejita en el carro. Y también recuerdo que el tombo fue recontra rápido para pedir su billete. Fácil ni era tombo el csm porque recuerdo que luego de unos instantes pensé que ni le había visto la identificación que se ponen en el pecho, y además, estaba solo y como que recontra electricazo e intenso.
En fin…
El asunto es que seguramente muchos peruanos y peruanas jamás sobornarían a un policía en una situación de ese tipo, pero también estoy seguro de que muchos y muchas sí lo harían (y lo han hecho), y fácil son hasta los más quejones con respecto a la corrupción que se da en el gobierno de nuestro país. ¡No sean pendejos, pe!
También hay situaciones completamente distintas… Por ejemplo; si un ser querido mío, por algún motivo cae en un estado de salud muy grave, y tengo que llevarlo a un hospital o alguna institución de salud perteneciente al Estado, y la única forma en que lo atiendan diligentemente sería bajándole una coima a alguien, pues ni modo; yo, si pudiera, lo haría. Así es, mi gente; es la neta. No me enorgullezco de lo que digo; pero ptm es la neta, como se dice.
Y el asunto es que seguramente habrán muchas personas que no cometerían ese acto de corrupción incluso estando en esas circunstancias, pero también estoy seguro de que yo no soy el único que sí lo haría. Ahora; si me equivoco, pues mil disculpas a todos los afectados.
Otro ejemplo de corrupción es la que se da entre muchas personas que le venden al Estado, ya sea gobierno central, municipios, etc. Seguramente hay gente proba que nunca comete actos de corrupción para poder venderle al Estado, pero también estoy seguro que hay muchas personas que sí lo hacen. Y ojo; esas personas no pertenecen al aparato estatal, pero generan corrupción junto con él.
Y ejemplos así hay infinitos…
Lo que quiero decir, en esencia, mi gente linda, es que la corrupción no solamente está en el Estado. La corrupción se cola en todos lados. Incluso en el sector completamente privado.
Así que todos nosotros, o por lo menos una gran mayoría, somos también parte del problema.
Y si en verdad queremos un país bonito, sin corrupción o casi sin ella; todos debemos de comportarnos adecuadamente, ya que todos (y no solamente quienes trabajan en el aparato estatal) conformamos nuestro querido Perú.
Puede que también esté bien criticar a quienes ocupan cargos en el Estado y se comportan de manera corrupta (en mi opinión, ellos merecen algo mucho más duro que eso); pero si vamos a estar criticándolos, lo mínimo digno y honorable es esforzarnos en no ser como ellos. De lo contrario, seremos unos florazos, como se dice; pero peor todavía y más importante, estaremos contribuyendo con la corrupción que tanto daño le hace a nuestro querido país y de la cual tanto nos quejamos y criticamos.
Así que…
A dejar de pasarnos de pendejos, gente linda. A tirar palante y ser lo más correctos posibles cada vez. Recordemos que una gran parte de la corrupción de nuestro país se da por la actitud que tenemos todos los que no estamos en el aparato estatal; y eso quiere decir, felizmente, que la solución de toda esa parte está en nuestras manos.
Violencia
Al Estado se le critica por temas de violencia básicamente en dos sentidos (o por lo menos, estos son dos de los sentidos en los que se le suele criticar con respecto a la violencia):
- Por la violencia que de una u otra manera permite en las calles.
- Por la violencia con la que actúa cuando un sector de la población decide protestar en las calles.
Pienso que la actitud del Estado es por demás criticable en ambos aspectos.
Sin embargo; me pregunto qué tanto podemos autoanalizarnos, todos los demás, al respecto.
Por ejemplo… ¿Qué tan violentos solemos ser al manejar nuestro vehículo motorizado por las calles de nuestro querido Perú? ¿O qué tan violentos somos cuando tenemos un problema con un vecino o con una persona que ni siquiera conocemos? ¿Queremos imponernos, en ese tipo de casos, tal y como el Estado quiere imponerse cuando tiene un problema con quienes protestan en su contra?
O más íntimo todavía… ¿Qué tan violentos somos en nuestro entorno familiar? ¿O qué tan violentos somos con nosotros mismos, inclusive? Quizá no lanzamos bombas lacrimógenas… ¿Pero insultamos, golpeamos? Quizá no desangramos al país ni salimos en las noticias… ¿Pero violentamos nuestra propia salud física, mental y espiritual?
¿Qué tan violentos somos con los animales o con la naturaleza?
Más allá del aspecto legal… Es decir; dejando de lado por completo cualquier tipo de violencia que sea ilegal… Si solamente nos fueran a tomar un examen moral sobre nuestras acciones violentas… ¿Pasaríamos el examen?
Yo pienso que, así nuestra violencia no sea ilegal ni salga en las noticias, pero igual nos estamos comportando insanamente violentos; entonces no podemos extrañarnos tanto de que esa misma violencia insana, que ronda entre nosotros, se manifieste en quienes trabajan en el Estado; pues al fin y al cabo, son nuestros representantes.
Y no solamente me refiero a la violencia que acometemos activamente (como cuando el Estado violenta a quienes salen a protestar a las calles), sino que también me refiero a esa permisividad que podemos tener cuando la violencia ocurre cerca de nosotros (como la permisividad que tiene el Estado con respecto a tanta violencia que vemos en las calles).
Es nuestro deber ciudadano y nuestra responsabilidad civil ser ese tipo de persona que quisiéramos ver en el aparato Estatal y comportarnos como quisiéramos que ellos se comporten, no solamente en el aspecto legal, sino también en el sentido moral en general.
Y además de ser nuestro deber y nuestra responsabilidad, es también nuestro poder; ya nuestra manera de ser y nuestro comportamiento constituyen la forma en la que todos nosotros podemos contribuir a tener un país más pacífico y seguro.
Así que te reto a preguntarte: ¿Qué harás ahora para contribuir en ese sentido?
Indiferencia
Duele ver lo que causa la indiferencia de un Estado corrupto y violento…
La corrupción hace que los recursos casi nunca lleguen a quienes más los necesitan, y eso parece no importarle a quienes corrompen el aparato estatal y se los apropian de la manera más injusta e ilegítima. Pero así es la indiferencia.
Básicamente, les importa un carajo.
Si a los niños pobres les duele el estómago del hambre, les importa simplemente un carajo. Si la gente no recibe lo necesario para poder sobrevivir o sanar en los hospitales, les importa un carajo. Si, en general, los ciudadanos no reciben una educación que realmente les sirva para prosperar, les importa un carajo. Y así ocurre en una innumerable y superdiversa cantidad de aspectos que podemos mencionar…
Todo, básicamente, les vale mierda.
Lo único que pareciera importarles es el poder y los recursos que pudieran conseguir para ellos mismos, a como dé lugar, sin importarles a quiénes golpeen con sus actos. Pero así es la indiferencia.
Y con respecto a quienes trabajan en el aparato estatal; no solamente hablo de los congresistas y altos mandos en los diversos aparatos del Estado. Yo hablo de todos quienes actúan así, sin importar el cargo que tengan. Y de la misma manera, me refiero a quienes están en el sector privado pero trabajan en complicidad con las personas corruptas del Estado. Pienso que todos ellos actúan con indiferencia con respecto a lo que sus acciones puedan causarles a los demás.
Y quienes más sufren los golpes de estas acciones suelen ser siempre los más débiles.
Pero así es la indiferencia.
Me pregunto si no actuamos todos un poco igual de indiferentes…
Es decir; me pregunto si, en términos generales, todos nosotros nos estamos volviendo cada vez más indiferentes.
Me pregunto si con el tiempo, el aislamiento digital y la sectorización urbana, nos estamos volviendo cada vez más indiferentes ante lo que sucede a nuestro alrededor.
Me pregunto si cada vez hay más indigentes en las calles, pero los que tenemos un hogar volteamos cada vez menos a mirarlos.
O si cada vez hay más distanciamiento económico entre unos y otros, pero los que tenemos un poco más nos estamos volviendo cada vez más mezquinos y menos caritativos.
O si cada vez hay más gente desolada, pero los que estamos acompañados ya no queremos ni pensar en brindar nuestra compañía a quien más lo necesite.
Ojalá no sea así…
Pero si es así; más nos vale poner las barbas en remojo y, sobre todo, cambiar nuestras acciones. Porque no podemos pretender ser nosotros una sarta de indiferentes hijoeputas, y alucinar que tendremos un Estado de lo más empático del mundo; mucho menos, por supuesto, en lo que se supone es un sistema de democracia representativa.
Anotación final
La intención de esta nota ha sido movernos un poquito hacia la reflexión y el autoanálisis.
Todo, por supuesto, con el propósito final de contribuir, de alguna manera, a crear un Perú y un mundo mejor para todos.
Espero sinceramente que haya sido de su agrado.
Muchas gracias por su tiempo de lectura
Que estén muy bien y…
¡Que viva el Perú, carajo!