Escribe: Moisés Gaviria.
Hace algunos años, no muy lejanos en verdad, viví atormentado durante un buen tiempo por una pregunta cuya respuesta no podía tenerla yo mismo; y si la esperaba de alguien más, pues no llegaba… La necesidad de la respuesta me consumía, la angustia de no tenerla me devoraba.
Preso de ese deseo, esa pregunta siempre estaba ahí… Inquietándome, atormentándome.
He visto a otras personas también dejarse llevar por este sufrimiento: El sufrimiento de ansiar una respuesta que no se tiene; el sufrimiento de desear un conocimiento que se escapa, que se esfuma sin aparecer tan siquiera por un momento…
Esto último, sobretodo, es lo que me anima a escribir esta nota…
¿Cómo es que sucedió aquello? ¿Cómo pudo pasar lo otro? ¿Por qué?
Son algunas de las típicas preguntas de las que estoy hablando ahora… Y cuando la respuesta no depende de nosotros, porque son otros quienes la tienen, la sensación de angustia puede ser peor todavía.
Hay que aprender a respetar lo que no conocemos.
…Fue lo que me dijo un amigo mío aquella vez en la sala de mi departamento… O al menos es así como recuerdo la frase…
Siempre conecto mucho esta última frase con la frase que ahora lleva como título esta nota… Porque al final, pienso que de eso se trató al menos el primer paso para parar de sufrir en aquella temporada…
¿Respeto?
Sí, respeto.
Me refiero a que… Se trata respetar… Al universo, a la respuesta que no se da, al hecho de que algunas respuestas no se pueden obtener…
Y el respetar implica dejar de insistir, porque si insistes demasiado entonces estás dejando de respetar… La voluntad de los demás, del universo, de lo que no depende de ti, y en cierta manera, también te dejas de respetar a ti mismo o a ti misma, pues te sometes a una situación incómoda y muchas veces de sufrimiento y frustración, como en la temática que tocamos hoy día en esta nota… Es decir, se trata también de darte la libertad de dejar de insistir, de actuar con respeto hacia tu propia persona y hacia esa respuesta que, al menos por el momento, el universo ha decidido no otorgar.
¿Y cuál es la ganancia?
La ganancia en primer lugar es que al dejar de insistir en adquirir una respuesta nace un espacio vacío, un pedazo de calma, un primer relajamiento o bajada de tensión; como quieras llamarlo…
Y es gracias a ese espacio psicológico que te has creado que puedes dar el siguiente paso: Dejar de hacerte la pregunta… Porque ojo, puede que hayas dejado de insistir en solicitar una respuesta al universo o a quien fuera, pero que todavía te estés haciendo la misma pregunta indefinidamente en tu cabeza; es decir, puede que ya no estés insistiendo, pero no como un acto de libertad, sino como un acto de autoreprimirte, que es algo diferente a lo que yo te planteo en esta nota…
Llenando vacíos
Entonces…
Una vez que has dejado de insistir y por lo tanto has logrado abrir ese espacio en tu cabeza gracias a tu propia autogestión emocional, es cuando ha llegado el momento en que puedes reemplazar ese deseo de respuesta que tenías antes, con algo nuevo: La actitud de dejar de hacerte la pregunta.
Definitivamente esto pasa por una decisión… Es decir, no podrás tener la actitud de dejar de hacerte la pregunta si no has tomado en algún momento esa decisión de dejar de hacerlo, esa decisión de soltar el deseo de respuesta. Pero es mucho más fácil tomar esa decisión en ese espacio psicológico que creaste anteriormente, que cuando estás con tu mente completamente ocupada en insistir en obtener una respuesta que escapa de tus manos….
Es una postura mucho más autónoma ante la vida… Si te das cuenta, la decisión de dejar de hacerte la pregunta es tuya, depende de ti; y el acto de dejar de hacértela también es tuyo y depende de ti. Mientras que el obtener esa respuesta que buscabas antes no era algo que dependía de ti; dependía de alguien o de algo más, estaba fuera de tus manos… ¿En cuál de esas dos posiciones crees tú que es en la que más te gustaría estar?
Abrazos y mucha buena vibra y energía positiva para tus días.
Gracias por tu tiempo de lectura 🙂